Las correas extensibles presentan la particularidad de alargarse o encogerse según el perro se aleja o acerca a nosotros. Para los guías tienen la ventaja de hacer más rápido y fácil el proceso de dar o recoger cabo, según la necesidad. Ahora bien, el paseo dura un rato largo y si no estamos siempre atentos nos puede suceder lo siguiente:
1. El guía se despista – hablando con alguien o mirando el teléfono- o se desentiende de su función de guía y acaba siendo el perro el que decide cuando necesita más cuerda o menos. El mensaje se hace inconsistente ,pues no siempre es el mismo, a veces manda el guía y a veces el perro, lo cual dificulta el entendimiento por parte del perro y, por lo tanto, el aprendizaje.
2. En muchas ocasiones agrava el extendido mal de “perros que estiran de la correa”, pues el mismo mecanismo de funcionamiento lo promueve, y vemos guías, que en vez de guiar, van detrás del perro intentando aguantar la compostura.
3. En casos extremos y más frecuentes de lo que pensamos provocan accidentes, como por ejemplo, caídas cuando inesperadamente una persona tropieza con la línea de la correa o perros casi ahorcados al entrar desapercibidos en un ascensor.
Así que, mucha cabeza y mucho tiento si escogéis una correa de este tipo.