Leyendo un fantástico libro sobre comunicación entre humanos escrito por mi amiga y psicóloga Sara de Miguel, me tropiezo con un concepto interesantísimo y, en mi opinión, de aplicación práctica inmediata en lo referente a nuestras mascotas: las huellas de memoria.
Nos explica Sara en su libro ”¿Es el enemigo? La eficacia de comunicarte” que los acontecimientos en nuestras vidas generan huellas de memoria. Las huellas de memoria son sentimientos anticipados respecto a una situación o persona. A mayor intensidad de emoción o acúmulo de emociones parecidas en situaciones repetidas, más potente es la huella de memoria que se genera. Su ejemplo: si paso tiempo de ocio con mi familia en situaciones que generan emociones positivas generamos juntos huellas de memoria positivas, que nos hacen sentirnos bien unos respecto de otros, y que nos apetezca vernos y pasar tiempo juntos. Si por el contrario gran parte del tiempo que estamos juntos lo pasamos discutiendo o enfadados, se genera todo lo contrario.
Yo creo que esto aplica a nuestras mascotas en muchos sentidos. Lo más básico sería que si la mayor parte del tiempo que yo paso con mi perro supone para él un suministro contínuo de alegrías perrunas (comida, juego, respeto por su cuerpo y su descanso) pues mi perro se siente muy bien cuando estamos juntos. Si por el contrario cuando le presto atención es para castigarlo/reñirlo o abusar de su paciencia tocándolo sin permiso o dónde no le gusta, o obligándole a hacer cosas que no quiere, pues la báscula queda peligrosamente inclinada hacia la huella negativa. Y aún así tengo que decir que he conocido perros que a pesar de todo un bagaje negativo de experiencias junto a su dueño, seguían queriéndole. Parece que hemos seleccionado genéticamente tan a fondo a nuestros perros de compañía que incluso hemos eliminado algunas funciones de supervivencia básica (para quien quiera entenderme)
El concepto me resulta parecido también a lo que hacemos cuando queremos aplicar las técnicas de modificación de conducta “condicionamiento” y “contracondicionamiento”. En el primer caso “condicionamos” a un perro a sentirse bien frente a un estímulo neutro. Por ejemplo, el estímulo neutro es un nuevo amigo que viene de visita al cuál instruccionamos de la siguiente manera: para no crear una “huella negativa” no va a tocar al perro ni le va a mirar a los ojos. Para crear una huella positiva va a dejar que el perro lo explore- con su nariz- y si la cosa va bien y el perro tiene interés – que no sería raro que lo tuviera, sobretodo si hemos hecho esta operación con otros amigos- podrá administrarle un premio comestible, generando así un condicionamiento o huella positiva hacia esa persona. Fijáos que yo no he dicho nada de que pueda tocarlo: muchos perros no desean que les toquen extraños y no debería resultarnos tan difícil de entender. Al fin y al cabo a nosotros tampoco nos gusta que nos toquen personas desconocidas, ¿o si? El perro se siente bien porque el amigo no ha hecho ningún movimiento ofensivo, ha traído nuevos olores a la casa y ,de colofón, le ha caído un premio comestible.
Una manera de condicionar negativamente o crear una huella negativa sería: si mi amigo del párrafo anterior entrara en la casa y se dirigiera en línea recta al perro- ofensivo- hablando fuerte y mirándole a los ojos- ofensivo, ofensivo- y cuando llegara a su lado se inclinara sobre él y le pusiera la mano sobre la cabeza – ofensiva en toda regla- en este caso estaríamos hablando de una huella negativa donde el amigo en cuestión pasa a ser de estímulo neutro a estímulo negativo. ¿Cuántas veces habéis visto a personas aproximarse así a un perro? Millones. Y aún así, a menudo los pobres perros se aguantan.
Entonces si tenemos que hacer un “contracondicionamiento” es porque ha habido un “condicionamiento o huella negativa” con anterioridad que hacen que el perro se sienta mal cuando se enfrenta a un estímulo que ya no es neutro, sino negativo. Revertir esta situación es laborioso y la base del trabajo es crear “huellas positivas” que nos contrarresten las negativas. Para mi tiene sentido 🙂 ¿Para vosotros?
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Foto: Mike Burke