Neo

2011 -
2020

Ha sido tan repentino, tan inesperado…2020 no podía abrirse camino de peor modo. Muchos diréis que es sólo un animal, que hay cosas más importantes.
No confundamos las cosas: doy gracias cada día por tener a mi familia y la de mi marido sana y con nosotros, al igual los amigos, pero está bolita de pelo llegó después de muchos años de luto de Yago. Supliqué tener un perro durante años y, x fín tenía a mi cachorrito, al que, muchos sabéis, llevaba a todas partes con la ilusión de quién recibe a su más fiel amigo.
Era mi bebé y quería enseñarle el mundo. Cada día nos esforzábamos en buscar un sitio nuevo con nuevos olores que pudiera ilusionarle.. verle correr alegremente por el campo en actitud juguetona hacía que se pasarán las tardes sin apenas darnos cuenta.
Yo, que soy la más dormilona del mundo, encontré en Neo una ilusión tan grande, que madrugada para darle de comer y salir corriendo a la calle hasta en 10 ocasiones para enseñarle a hacer sus cosas en el campo. Yo, que soy cabezota como mi padre, compartí con él la enseñanza del perro, de mi perro que, pese a ser el perro más vago del mundo, aprendía con alegría cada nueva cosa y era el orgullo de sus maestros.
Para mí, Neo fue de nuevo la ilusión, porque amo a los animales, pero fue realmente mi primera responsabilidad: el no poder viajar con mis padres para no dejarle solo, el tener que estar en casa a ciertas horas porque tocaba darle de comer.. el primer sacrificio por amor y, en definitiva, la madurez.
Los de mayor confianza lo saben, los que hayáis aguantado todo el escrito, vais a saber que pasé muchos años que no me apetecía salir a la calle sola y, este simple perro (como muchos dirán) fue el primer motivo en mucho tiempo para salir a la calle sola y sin miedo, porque ya nunca más iba a estar sola, porque ahora tenía a mi fiel compañero que aguantaría conmigo hasta ser una cuarentona y, por ello, le debía toda la protección posible y todo mi cariño.
¿Cuántas veces no grité porque se me había escapado buscando el rico olor que desprendía la terraza de Chamorro? ¿O la vez que él y Tara se bañaron en estiércol y no sabíamos si reír o llorar? ¿Y la ilusión cuando le di a oler por primera vez a mi hija y soñé en cuando jugasen juntos? Ya no volveremos a bañarnos en el río, ni mi hija crecerá con él. Agradezco los 9 años que la vida me permitió disfrutarlo y también aprender de él. Maldigo las malas decisiones que tomé o que no tomé y los momentos últimos que aunque no sabía, no estuve con él.
No sé el tiempo que durará este dolor. Como dice una amiga, no es ni más ni menos amor que a la familia, es un amor diferente, pero también intenso. Ese ser que tanto me dió y que en tanto dependía de mí, de repente ya no está. Quiero llenarlo todo de él, porque me resisto a pensar que vuelvo a caminar sola sin esa correa tirando de mí hacia nuevos olores.
Ninguna palabra puede aliviar lo que siento, pero quizás sí el soltar esta parrafada. Simplemente gracias a todos los que comprenden este pesar.
A tí, chiquitín, gracias por haberme enseñado a ser la adulta, por haberme lamido las lágrimas y arrancado sonrisas con tus ocurrencias. Me hablabas con la mirada y con el corazón. Tardé en quererte de verdad, pero jamás podré dejar de hacerlo. Siento no haberte acariciado en tus últimos momentos (hubiera pasado todo el tiempo contigo de haberlo sabido). Por última vez: buenas noches, chiquitín y…descansa en paz.

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