Te crié desde que eras un pollito casi sin plumas hasta que te convertiste en una preciosa señorita verderona. Me tomaste como uno más de tus congéneres y siempre que tenía ocasión te soltaba conmigo cuando estaba haciendo algo y te posabas en mi hombro mientras observabas lo que hacía o te bañabas en el tupper que te había puesto. A los tres años y debido a un problema en la puesta de un huevo y a una neumonía posterior, a pesar de todos los cuidados veterinarios, te fuiste de mi lado demasiado joven para hacerlo y dejando un gran vacío que nunca pensé un ser tan pequeño podría dejar. Te recuerdo en cada esquina de la casa haciéndome compañía. Hasta siempre mi pequeña. Espero que donde estés, hayas dejado de sufrir y vueles libre para siempre.
Queca
2013 -
2016